Cómo formar hijos para el futuro
Quiero compartir este artículo, muy interesante para todos los que somos padres y con hijos pequeños, impartir estas enseñanzas, bajo mi punto de vista, será lo mejor para su futuro.
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En algunas
tierras mexicanas se cuenta, a veces a manera de chiste, una vieja anécdota en
la que un padre increpa a su pequeño de doce años.
¿Qué pasa,
Mijo? – Le dice el padre – Uno se parte la madre trabajando para darle todo y
en la escuela usted reprueba y reprueba.
El niño, que
a sus doce años tenía la fama de ser inquieto y rebelde, escucha con atención.
El padre continúa con el sermón.
Yo a tu edad
no tenía lo que ahora te damos, por eso te digo que aproveches. Mira el ejemplo
de Benito Juárez, a tu edad ya andaba pastoreando y era un trome.
Papá –
responde el muchacho – a mi edad Benito Juárez andaba pastoreando, pero a tu
edad Benito Juárez ya era presidente.
Empezamos
nuestro artículo con esa pequeña historia porque refleja lo que ocurre en
muchos hogares. Los padres quieren formar hijos ganadores, pero ellos son
inconsistentes.
Una de las grandes paradojas de nuestro tiempo es que exigimos
mejores maestros, pero no mejores padres. Y la pobreza y el espíritu perdedor
nacen en la casa, no en el colegio.
Anotemos
algunos aspectos de nuestra historia inicial:
Primero: Los padres
caen en el error de la inconsistencia. Les falta coherencia. Olvidan el poder
del ejemplo. Quieren que los hijos lean, pero ellos nunca cogen un libro.
Segundo: Solemos caer
en el más facilista de los errores que es la comparación:
“Yo a tu edad
era así…”
“yo a tu edad
ya hacía esto y aquello”
“A tu edad
fulano era así y asá.”
Es más, se
plantea la vida en términos de una constante competencia al punto que es muy
frecuente escuchar a padres declarar con absoluta naturalidad lo siguiente:
“Yo quiero
que mis hijos sean mejores que yo”,
“yo quiero
que me superen… ”
(No dicen
“quiero que mis hijos sean felices”, dicen: “quiero que sean mejores que yo.”
Es decir, se les pone cierta presión o se les hace sentir ciertas expectativas
y nos comparamos constantemente.)
Educar a los
hijos no es tan simple como suele parecer. Hoy en día existe una crítica muy
generalizada hacia la escuela, sin embargo, no estamos siendo auto-críticos. De
nada sirve que mejore la escuela, si el hogar no mejora. Por tanto, la clave no
es tener a los mejores profesores, sino a los mejores padres. Y esto requiere
especial dedicación.
Si queremos
formar niños con potencial millonario, lo primero que debemos considerar es que
antes de enseñarles sobre el dinero, hay que enseñarles sobre la vida.
Las
cuestiones de orden financiero son cuestiones meramente técnicas. Hoy en día la
literatura de educación financiera orientada a los niños, e incluso los cursos
que se imparten sobre el tema, tiene una marcada inclinación a enseñarles a
ganar dinero.
Queremos que los chicos aprendan la importancia del ahorro, que
vayan desarrollando su ingenio para sacar a flote su creatividad y su olfato
empresarial.
Sin embargo,
todo eso es técnico. Lo más importante son LOS PRINCIPIOS y LA MENTALIDAD.
Volvemos al
punto inicial: Educar niños no es un tema simple. Y para que usted vea el
asunto en real dimensión, pensemos en el Mahatma Gandhi.
El hombre que
en el siglo XX se convirtió en la gran figura de la paz mundial, a propia
confesión, tuvo un asunto familiar que nunca pudo superar. Gandhi era
considerado el padre de todo un país, pero para su hijo era un extraño. En una
ocasión el Mahatma declaró que “su mayor arrepentimiento era no haber podido
ayudar a su hijo.” Y es que el hijo de Gandhi fue, incluso, acusado de
violación. ¿El hijo no estuvo a la altura del padre? ¿El padre descuidó a su
hijo? No se debe juzgar, pero se debe sacar algunas lecciones: ningún éxito
compensa el fracaso con los hijos. Lo decía el propio Mahatma cuando escribió
que “daría cualquier cosa por tener el afecto de su hijo.”
Señores, no
se trata de tener niños con una alcancía llena de moneditas. Tampoco se trata
de tener niños que aprendan a vender. No, eso es lo de menos. Tampoco se trata
de que usted se haga millonario para que les enseñe con más autoridad. Por el
contrario, si queremos hijos con potencial millonario tenemos que darnos cuenta
que lo que un niño necesita es, primero CONFIANZA; y, segundo, necesita una
guía.
Subraye eso:
LOS NIÑOS NO NECESITAN DINERO, NECESITAN CONFIANZA Y GUÍA.
Veamos:
Primero, los
padres deben ser conscientes que lo ideal no es tener hijos con dinero sino
HIJOS FELICES. Esa óptica cambia la perspectiva porque asume que cada ser
humano es único, tiene su propia vocación y por tanto tendrá su propio camino.
El poeta
Khalil Gibran no pudo haberlo dicho mejor:
“Tus hijos no
son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de
ti, sino a través de ti, y aunque estén contigo, no te pertenecen. Puedes
darles tu amor, pero no tus pensamientos.”
Entender esto
es fundamental porque hay padres que creen que sus hijos son una suerte de
“objetos de su propiedad” que deben hacer lo que ellos creen que está bien.
Segundo, los
padres tienen que entender que lo importante no es que un niño sea ahorrador,
SINO QUE SEA SOÑADOR. Si usted quiere que sus hijos sean realmente ganadores,
pues debe alentarlos a que sueñen. Soñar es un arte que se APRENDE, se
transmite. Todos los millonarios son soñadores. De hecho, no existe persona que
haya pasado a la historia sin ser un soñador.
Lo que hace
que los seres humanos seamos felices es la posibilidad de soñar. Lo que tenemos
en América Latina es la cultura de matar los sueños. A los niños se les pide
que sean “realistas.” Ejemplo: A algunos niños se les viste con ropa usada. A
otros niños, nunca se les lleva de viaje, y en algunos otros casos, los padres
nunca les cumplen las promesas que les hacen.
Cuando un
padre alienta los sueños de su hijo lo que hace es darle algo más importante
que el dinero: CONFIANZA, CREENCIA. Y eso refuerza su autoestima.
La vez pasada
estuve en Colombia y un muchacho de aproximadamente 15 años decía que quería
ser militar. El papá le decía “que mejor estudie una carrera que le de dinero.”
El hermano
mayor le decía “que no tenía estatura, que para ser militar hay que ser alto.”
Ellos no le decían: “vamos a hacer ejercicios, todavía puedes dar un estirón,
tu puedes, hay que prepararnos para el examen de admisión.”
No, ellos le
ponían limitaciones.
La gente se
suele quedar con la historia de éxito de Bill Gates. Pero, a decir verdad, el
éxito de Bill Gates se debe, en buena parte, a la formación que recibió de sus
padres. Lean los consejos que le daba su papá. La historia dice que la mamá lo
formó con aquella máxima bíblica que dice: “De quien mucho recibe, mucho se
espera.”
El papá le
aconsejaba “que haga lo que él creía”, y así es como dejaban que lea lo que él
quisiera, nunca lo obligaban…LE ORIENTABAN.
Se dice que
en una ocasión al joven Bill le hicieron un test de orientación vocacional.
Todas las opciones eran carreras universitarias y el joven debía elegir la
carrera que más le gustaba. Al ver que no había la carrera de su elección, el
adolescente Bill dibujó un recuadro y al lado escribió CIENTÍFICO.
Los papás no
se enfocaron en hacer que su hijo encaje en “el molde que la sociedad nos
impone”, sino a que siga su camino.
Esos son los
padres ganadores. Los padres con mentalidad de riqueza alientan, apoyan,
orientan, dirigen; en cambio los padres con mentalidad de pobreza reprimen,
controlan, supervisan, no se comportan como líderes del hogar, sino como jefes.
Tercero, lo
padres están cayendo en el error de “hacer que los chicos hagan algo para
ganarse la propina”. Los consejos más corrientes sugieren eso: “Si quieren
propina, entonces que tiendan la cama. Si quieren propina, que ayuden. Que
aprendan que las cosas cuestan”. Error, es un grave error.
Los niños
deben contribuir en la casa no porque les vamos a dar una propina, sino porque
deben desarrollar el sentido de la obediencia que es el que va forjando su
carácter. Dicho de otro modo, hay quehaceres en los que todo niño debe apoyar
porque es lo que corresponde.
Además,
cuando se les acostumbra a darles dinero a cambio de que hagan algo,
inconscientemente se cae en el error de formarlos con mentalidad lineal. Sin
darnos cuenta los vamos formando para que “intercambien tiempo por dinero”. Si
lo que usted quiere es enseñarles a ganar dinero, entonces tiene que enseñarles
no a obedecer por dinero, sino a que hagan negocios.
Cuarto, los
padres deben usar el dinero para crear confianza. Cuando un pequeño de siete
años se acerca donde su padre a pedir dos centavos de propina, lo que ocurre
muchas veces es que el padre le niega la propina. Le dice:
“Ahora no”,
“no tengo”,
“no me
alcanza”,
“te doy
mañana”
Incluso a
veces les regañamos. Con esa actitud lo primero que hacemos es darles a
nuestros hijos el mensaje de que somos padres pobres. Les enviamos
constantemente mensajes de escasez. Eso, aunque no lo creamos, va menguando el modo
en cómo los chicos nos ven. Los chicos se dan cuenta cuando los padres sufren
por dinero o, por el contrario, cuando son padres solventes.
Piense en
esto: USEMOS EL DINERO PARA CREAR CONFIANZA.
Le pongo un
ejemplo:
Imaginemos
que su pequeño le pide dinero. Le dice: “papá, dame cinco centavos”.
Entonces
usted mete la mano al bolsillo y en lugar de darle cinco, le da diez. Y no le
hace preguntas. No le dice: “¿para qué los quieres?, ¿qué vas a hacer?. No,
nada de eso.
Simplemente
se los da, y se los da de buena gana. El niño se va a sorprender, va a quedar
muy contento y usted le hace creer que se ha olvidado. Pasa un día, usted no
dice nada.
Pasan dos días y usted no dice nada.
Al tercer día
usted se acerca a su pequeño y empieza a conversar. El chico piensa que usted
se había olvidado, pero usted lo ha estado observando.
Entonces
usted entra en acción:
Hijo, ¿qué
hiciste con los diez que te di? Y entonces usted escuchará las respuestas: es
muy probable que el niño haya gastado todo, o que aun tenga algo guardado. Lo
importante es que usted ha generado una oportunidad: la oportunidad para
empezar a conocer las tendencias de la conducta financiera natural del pequeño,
y justo allí es que podrá empezar a explicarle a su hijo el poder del dinero.
Si ha gastado
todo, ¿en qué ha gastado? De repente el chico compartió su propina con algún
amiguito y usted tiene un hijo solidario. Entonces podrá ir guiándole con más
facilidad. Podrá reforzar sus buenas tendencias y corregir las malas. Recuerde
aquel proverbio que dice: “Instruye al niño y de grande no se apartará de su
camino”, o aquella otra cita que dice: “Forma un niño rico, y evitarás a un
adulto pobre".
Señores, se
trata de formar hijos que sueñen. No queremos hijos que aprendan a “cuidar su
dinero”, sino hijos que aprendan el valor de la libertad. No queremos hijos que
aprendan a ganarse una propina, sino que aprendan a hacer negocios. Pero por
encima de todo, queremos hijos que sigan sus sueños, que sean felices.
En la
revolución de 1968 allá en Francia, uno de los lemas de la juventud que
protestaba era el siguiente: “Nos han dado de comer, pero no nos han dado
razones para vivir”. Aquella frase tiene un profundo significado. No hay mejor
razón para vivir, que un sueño. De ahí la importancia de enseñarle a nuestros
hijos a soñar.
Consejo de
Jim Rohn
Jim Rohn
sugiere un ejercicio: lleve a su hijo a que conozca el barrio donde vive la
gente más rica de su ciudad; luego llévelo a que conozca el lugar donde vive la
gente más pobre. Que los niños vean esos contrastes. Que hagan preguntas. Que
cuestionen porque algunos son pobres y otros ricos.
Finalmente,
quiero que recuerde lo siguiente: la gente rica compra experiencias, la gente
pobre compra cosas. Sus hijos no van a recordar los juguetes que usted les
compraba, sino los momentos que usted compartía con ellos. Experiencias: viaje
con sus hijos, juegue con ellos, vivan aventuras en familia. Si su hijo quiere
ser artista, apóyelo. Si quiere ser matemático, pues apóyelo.
La idea no es
que herede una empresa, sino que herede el legado de una persona que es capaz
de seguir un sueño. Porque a fin de cuentas lo importante no es que aprendan a
ganar dinero, sino que aprendan el arte de hacer que su pasión les de dinero.
Señores,
queremos padres ricos. Hogares ricos. Hogares felices. Seamos honestos:
Nuestros hijos no son nuestra propiedad. Nuestros hijos necesitan alas, las alas
son los sueños. Nosotros somos sus líderes, no sus jefes.
Fuente: Mentalidad Empresarial (http://juancarlosatoche.com)
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