Historia en el cementerio
En el 2017, falleció la mamá de María, desde ese entonces ella
iba todos los meses al cementerio a visitar la tumba de su madre, la arreglaba
y la llenaba de flores. Siempre iba por la tarde, porque no le gustaba que
hubiera tanta gente, en fin, ese día se paró frente de la tumba, y se puso a rezar
por el alma de su madre, terminando de rezar se sentó en el pasto, frente a la
tumba, estuvo cerca de 5 minutos y de repente se da cuenta que detrás de ella
estaba un niño como de ocho años.
A ella se le hizo muy extraño, porque el niño estaba solo, no
había nadie más cercano y ella le preguntó: ¿qué haces acá?, ¿en dónde están tus
padres?. El niño contestó, que hace mucho tiempo no sabía nada de su mamá. -Me
dejaron aquí y me siento muy solo, nadie viene a verme ya hace más de diez años
y sigo solo- cuando ella escuchó eso se levantó asustada y no habló por un
rato, tratando de entender lo que escuchaba, y un tanto titubeante y con los
ojos saltados le preguntó: ¿dónde vives?
Él con su dedo apuntaba hacia
una vieja tumba, y muy descuidada. María quiso correr y gritar pero estaba
paralizada, no se podía mover, se acercó lentamente a esa tumba y decía el
nombre de Juanito Elizondo, 1998-2006, el niño le dijo: Yo me llamo Juanito, ¿Y
tú?.
Ella no le contestó, seguía tratando de asimilar lo que estaba
experimentando, después de un rato ella pensó a lo mejor necesita ayuda para
poder descansar, así que le dijo: ¿Qué es lo que quieres? y él le contestó: Quiero
ver a mi mamá.
Ella me trataba mal, pero no era mala, el hombre con el que se
juntó, él si era malo, me lastimaba y me golpeaba. Yo le decía a mi mamá que mi
padrastro me golpeaba, pero mi madre nunca me creyó, cuando se lo decía no me
creía, ella trabajaba todo el tiempo, siempre me dejaba solo con él. Cuando
llegaba a casa y me encontraba golpeado, él le mentía, le decía que me había
caído jugando o de la bicicleta y ella le creía.
Yo lloraba mucho, desde los cinco años me empezó a maltratar,
tanto que a los ocho ya no sentía los golpes o las cosas que él me hacía. Un día
decidí tomar un veneno que mamá guardaba para los insectos que había en casa y
como no había nadie lo tomé y todo se hizo oscuro.
¡Pobre niño! exclamó María: ¿Y
tu mamá dónde está?, Juanito le dijo donde vivían, le explicaba los detalles
que habían cerca de su casa, luego le dijo: no sé si todavía vive ahí, pero me
gustaría verla de nuevo, ¿me puedes ayudar para volverla a ver?, a lo que ella
contestó: No te prometo nada pero lo voy a intentar.
El niño sonrió y desapareció, ella arregló un poco la tumba de
aquel niño y le puso algunas flores que había llevado para su madre y salió de
ahí. Ya en su carro, no dejaba de pensar en aquel niño, pobre criatura cómo le
pudieron hacer eso se preguntaba, se le vino a la mente la sonrisa de aquel
niño y quiso intentar buscar a su madre. Fue a la dirección que le dijo el
niño, encontró una casa vieja que parecía deshabitada, pero no lo estaba.
María bajó de su carro, tocó
la puerta, le abrió una señora muy descuidada y le dijo: Disculpe, ¿Usted
conoce a Juanito Elizondo?, la mujer al escuchar ese nombre se soltó en llanto
y le dijo a María: Si, era mi hijo, hoy cumpliría 19 años, falleció a los ocho
¿Y usted como supo que aquí vivía, María le dijo: ¿Podemos sentarnos para
platicarle?, en eso se escucharon unos gritos de un hombre ebrio, insultándola
y queriendo golpearla, María como pudo la defendió y la sacó de ahí, la subió a
su carro y se fueron, se detuvo cerca del cementerio en un parque y ahí se
sentaron a platicar, María le contó lo que pasó ese día en el cementerio a lo
cual la señora no creía.
María le relató todo lo que
ese hombre le hacía a su hijo y cuando llegaba a su casa y el niño estaba
golpeado. Aquella mujer se soltó en llanto de nuevo. María le preguntó por qué
nunca visitó la tumba de su hijo a lo que ella contestó: ese hombre no me
dejaba salir, ya ni a trabajar, me tenía encerrada, me golpeaba, hasta ahora
que llegó usted, cuando murió mi hijo, él se puso agresivo conmigo, me
lastimaba, me usaba, me golpeaba, fue cuando entendí que mi hijo decía la
verdad pero ya era demasiado tarde.
Mi hijo estaba muerto por mi
culpa por no creerle. Señora, le dijo María, su hijo está triste, se siente
sólo y quiere verla para poder descansar en paz. Vamos, estamos cerca del cementerio,
la señora dijo: necesito pedirle perdón a mi hijo.
Llegaron al cementerio se
acercaron a aquella tumba, y ella comenzó a llorar y pedir perdón a gritos a su
hijo, ella le decía: perdóname por no creerte, perdóname por haber metido a un
monstruo en nuestra familia. María la vio tan arrepentida que la dejó sola y
salió a comprar unas flores para que ella arreglara la tumba del pequeño. No
tardó ni 20 minutos en volver, vio a la señora recostada medio cuerpo sobre
aquella tumba, pero sin un solo ruido, ni un sollozo, nada. María se acercó, le
habló pero ella no contestaba, su cabello cubría su cara.
María insistía: ¿Se encuentra
bien?, levantó su cabello y su rostro tenía una sonrisa. La mujer yacía muerta
sobre la tumba de su hijo. María no supo que pasó en esos 20 minutos que salió
y ya no quiso saber más, reportó el hallazgo a los vigilantes y ellos se
encargaron del resto.
María salía de ahí, y escuchó
una voz que le susurraron al oído: ¡Gracias, nunca más estaré solo!, y María
salió de ahí.
Los siguientes años, no a vuelto a verlo, solo deja un ramo de
flores en su tumba, ya con su madre en ella. Al poner las flores se suelta una
ventisca, ella sabe que es Juanito, que se encuentra feliz, a lado de su madre...
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